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8 sept 2013

A Doña Jimena y a Don Sancho, por su amor negado por quien dejó de ser Señor.


Ayer tuve el inmenso honor de ser conocedor y, que al dejarme estar presente honraron a mi Familia, de la alianza que hicieron pública ante todos los presentes como testigos, Sonia Señora de Arlós (parroquia del municipio de Llanera del Reino de Asturias) y Alfonso Señor de Manzaneda (parroquia del municipio de Gozón  del Reino de Asturias).

Les hice promesa de recorrer las tierras de Don San Díaz, Conde de Saldaña, Conde del Palacio del Rey Alfonso II, (apodado "el Casto, el Puro, Legítimo, o Elegido") y Rey de Asturias apodado "Nepociano". Conde que defendió el Sur del Reino de Asturias, desde las Bardulias hasta Portugal. Señor que defendió la legitimidad del Rey Alfonso ante su hermano acogiéndole en su destierro y, que defendió al Rey Alfonso desde el gobierno de su palacio de Oviedo.

Cuando llegó al Palacio se enamoró de Doña Jimena, hermana del Rey Alfonso. Se casaron contra la voluntad del Rey  Alfonso, sin ser más testigos que las personas a su servicio y el cura que les casó, de madrugada y en el silencio de una fría y lluviosa noche. De su alianza hicieron nacer a quien hizo valer sus nombres ante el Rey Alfonso y que dieron en llamar Bernaldo y al que llamaron Bernardo apara protegerle de sus tíos el Rey Alfonso y Ramiro. A Bernaldo escondieron en las tierras de Quirós, mientras este fuera descubierto por el Rey Alfonso y enviado a las tierras de su padre en Saldeana, para residir en su castillo de El Carpio. A la vez, desterraba y encerraba al Conde en el Castillo de Luna, para a él acceder mejor. Y, encerraba a Doña Jimena en un convento como condena para purgar el pecado de haber encontrado el amor entre ellos y, no servirle como doncella con la que con el moro tratar.



Don Florentino Agustín Díez, recogió en romance esta leyenda de Luna, y cantó a la pastora de Caldas, a quien preguntaba Jimena la desgraciada:

"Por la braña andaba un día
–la mi brañina de Caldas–
careando para el chozo
con los mis perros las vacas

El sol fuyendo se diba
por la collada más alta
golvíase el aire quieto
y el atardecer se apagaba.

Vide venir sospirando
una princesa galana,
negra de vestir, la hermosa,
negra de vestir, la blanca

–Queréisme decir, la niña,
queréisme decir, zagala
endónde está ese que dicen?
de Luna soberbio alcázar,
en do aquel que me robaron
la vida toda penaba?.

–Es una roca, señora,
muy alta y atravesada,
ese Castillo de Luna
que llaman la torreada.

Es una roca, señora,
negra es y atravesada.

Quedarvos aquí, mi dueña,
hasta que vos guíe el alba
y entonces debéis golveros
a vuestra casa alhajada.

–Morirme habré, la mi niña,
si a Don Sancho no abrazaba,
ese que tiene por nombre
Conde Sancho de Saldaña,
padre honrado de Bernaldo
el fijo de la mi entraña,
mal apartado del rey
en la roca torreada
por la mor de unos villanos
que amén perdieran el alma.

Dime, pues, la niña, dime,
la mi senda aderechada
que he de subir a la roca
y llorar allí mis lágrimas.

–Señora, la mi señora,
cómo me partís el alma.
Quedarvos acá en los fuegos,
reposar en las mis lanas,
caluestros habre de darvos
de la novilla gallarda
con tortas de pan candial
y una grande freisolada,
y si a vos se vos antoja
leite fría y ennatada
y para la fin las migas
con manteiga esmigajadas.

Señora, señora mía,
mañana será mañana
y habréis de ver en la roca
a ese Sancho de Saldaña.

Fermoso estará, mi dueña,
ansí como os pide el alma,
alto lo veredes de oro
sobre las torres de plata..."

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