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24 sept 2013

Brigadier Salvador Escandón y Antayo.


El nombre del brigadier Salvador Escandón Antayo, colocado ya en el templo de la inmortalidad, será transmitido a las generaciones venideras con lágrimas de sentimiento y de placer: la Nación le recordará como el de un héroe sacrificado por su fidelidad y patriotismo a manos de una facción la más Bárbara que han conocido los siglos; y los nobles habitantes de este Principado testigos de sus virtudes, lo mismo que de sus ultrajes y espantosas persecuciones, templarán la amarga pena que han tenido al verle desaparecer de este hermoso suelo, con los días de honor y gloria que ha dado a la provincia, volviéndole aquella reputación  que algunos de sus hijos le habían arrebatado. Los padres dirán a sus hijos, y estos a los suyos, aquí tenéis el modelo de religiosidad, de valor, de constancia, de sufrimiento, y del más acendrado patriotismo. Este es el que después de cubierto de gloria en la guerra de la independencia con hazañas poco comunes aún en la carrera militar, en el año de 1822,en medio de la más horrorosa tempestad política y cuando una facción impía tenía esclavizado al Monarca y a la más sana parte de la Nación, amenazando ahuyentar de entre nosotros la Santa Religión Católica, y sepultar las instituciones que habían hecho feliz a la España, levantó el estandarte de la Fé. Este es el que concibió el proyecto más grandioso de cuantos se hallan escritos en los anales de la historia, el que comunicó su heroica resolución con la rapidez del rayo en todos los ángulos de la provincia por medio del Bando religioso-político que ha es tendido al propósito: el que reanimó y alentó los espíritus de aquellos que lloraban en la soledad  la triste desventura de nuestra amada Patria; el que reunió sus tiernos hijos para que participasen de su suerte; el que llenó de terror a los autores de la rebelión y de sobresalto a los que la sostenían con conciencia inquieta: el que estremeció a los malvados, y juró perder su vida en defensa del Trono y del Altar; y en fin, esta es aquella alma grande, aquel hombre magnánimo que arrebato del más noble entusiasmo por la conservación de la Religión Católica y de los derechos imprescriptibles de S.M., subió a la cumbre del he roíamos, puso un nuevo realce a su ilustre cuna, dejó marcada la senda de las virtudes cívicas en el país que le ha visto nacer, y sin arrendarle los peligros, después de entregado en manos de sus más encarnizados enemigos, los insultos, las amenazas, los calabozos (El que ocupó en la cárcel de Oviedo todavía hoy  después de más de setenta años, se le llama calabozo de Escandón) y el más cruel tratamiento, mantuvo una constancia encantadora, confesando en sus declaraciones con resolución firme su proyecto, sus ideas, sus sentimientos y su odio al sistema destructor, caminando al martirio con impavidez hasta que se cometió en su persona el atentado más inaudito. El Principado se gloriara, de haber tenido un hijo tan predilecto. Ellos les dirán en medio del luto con que se halla cubierto su corazón, que los procedimientos contra este adalid, y su desgraciada familia, dechado de fidelidad, son el testimonio más  irrefragable de la espantosa anarquía en que la Nación  se hallaba en aquella época, y que las instituciones que se proclamaban cimentadas sobre el perjurio y la rebelión, no eran otra cosa que el punto de apoyo  para desquiciar todo el edificio social, para entronizar las pasiones más degradantes al hombre, para introducir el desorden  y la desolación en todas las Naciones civilizadas bajo unas teorías impracticables que la historia de todas las edades reprobaba; la igualdad era un fantasma, la libertad, licencia y libertinaje, la administración de justicia una sombra, las leyes insignificantes, la religión menospreciada, la humanidad hollada y pisada a cada momento, y por decirlo de una vez todo, todo cedía al impulso  de una facción  la más terrible,  semejante a la que en el país vecino ha sepultado tantos millares de hombres virtuosos.¿Porque se trató al Brigadier Escandón con los más detestables denuestos?¿Porqué se le trajo atado cual al hombre más facineroso de cárcel en cárcel, enseñándole por los pueblos, excitando contra él la irritación,my se le encerró en el más hediondo calabozo sin permitirle la menor comunicación en el espacio de ocho meses, si había igualdad?¿Porqué se privó a su desconsolada esposa  de que escribiese y diese los pasos en su favor , á que el amor y la misma naturaleza  le inducían, si había libertad?¿porqué se persiguió a sus hijos dilatando  su causa tanto tiempo como la de su padre, y se privó a la desgraciada D. Irene de Lué, de su libertad en los momentos críticos en que aquellos iban a ser puestos en consejo de guerra, cuando más necesitaban de su débil auxilio y de sus consuelos, sin permitirle la menor comunicación, si había justicia?¿Porqué se la tuvo entregada a su sentimiento y amargura por espacio de tres meses, y se la dejó abandonada en su estrecha prisión a la marcha de las tropas revolucionarias sin permitirle el menor alivio, si había leyes?¿Porqué se toleró, consintió, o autorizó al saqueo de su casa, y la orfandad de otras dos tiernas criaturas, (Doña Antonia que casó con el Sr D. Víctor Díaz-Ordóñez y Suárez-Miranda y D. Benito que a la muerte de Fernando VII, proclamó a Carlos V, y murió fusilado en León el año de 1833), que errantes por el mundo no tenían apenas lo necesario para su subsistencia, si había humanidad? Y por último ¿porqué se formó causa a una mujer, que no tenía más delito que ser fiel a su marido, y presentarse en los tribunales a defender su causa?¿porqué se sentenció a este dos veces a muerte, y al ver estrellarse tan sanguinaria  como feroz idea contra los gritos de la razón:¿porqué se le asesinó del modo más horroroso y tan sabido de todo el mundo, si existían la decantada igualdad, justicia, leyes y humanidad...?

Tan amargos recuerdos forman un afecto encontrado a la satisfacción con que la provincia publicara las glorias de aquel héroe. Aunque abatidos de la tristeza los corazones de su Esposa, hijos, parientes, amigos, y de todo buen español, saben que murió por su Religión y por su Rey: saben que sus virtudes brillarán siempre como el astro más luciente; pero esta noble complacencia no podía obscurecer les la obligación de rogar al Todopoderoso por el eterno descanso de su alma. Con este fin, se han dispuesto las exequias fúnebres en esta capital, en donde se habían presenciado las crueles persecuciones de esta inocente familia. No bien se anunció el pensamiento cuando todos á porfía se reputaban dichosos en tomar parte en ellas. La benemérita y virtuosa comunidad de San Vicente, orden de San Benito,aceptó el encargo de celebrar los oficios Divinos, y uno de sus oradores más acreditados , el de pronunciar la oración fúnebre; se dispusieron estas para los días 22, 23 y 24 de Marzo, y a pesar de la cortedad del tiempo que medió, recibieron la mayor solemnidad, ansiosos todos de tener parte en las memorias fúnebres de un héroe.

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