Pedimos, e incluso exigimos a nuestros hijos que estudien.
No pedimos, y no exigimos a nuestros padres que estudien.
No nos pedimos, y no nos exigimos a nosotros mismos que estudiemos.
Estudiar no es necesario para nuestros hijos, si no lo es para nuestros padres y para nosotros, sus padres.
Esta exigencia, este imperativo, hace que nuestros hijos no entiendan cual es el motivo de ser necesario para ellos y no lo ser para los demás. Y, a la vez, quienes se lo impone les refieren querer el bien para ellos.
No es adecuado "ayudar a cumplir con la exigencia, imposición, o mandato de sus profesores", de "ayudarles a cumplir con sus deberes, u obligaciones".
No es adecuado, es inadecuado, por hacerles daño conscientemente. Obligarles a hacer lo que nosotros no queremos hacer.
Nuestros hijos necesitan nuestros mimos e inversamente, igual. Los padres necesitamos los mimos de nuestros hijos. Necesitamos imitarnos mutuamente; es decir, necesitamos inducir en el otro el ser atraído por el otro.
Esa acción de inducir en el otro el ser atraído por él, lo reconocemos como el sentimiento creativo más intenso y extenso conocido y posible. Es el AMOR.
Cuando actuamos sobre el otro el traerlo hacia nosotros, o tomarlo para nosotros, el desvestirlo, o arrobarlo, el tomarlo para nosotros, o robarlo (robar viene del francés robe que quiere decir vestido). Esta acción, la reconocemos como el sentimiento destructivo más intenso y extenso conocido y posible. ES el QUERER.
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