Händel a los 60 años arrastraba pesadamente su medio cuerpo derecho silenciado por una hemorragia cerebral.
Era repudiado por todos y él se sentía viejo para seguir la vida.
Se dice que casualmente leyó textos de Isaías y Job que decían cosas como las que anoto.
Él fue despreciado y desechado por los hombres,
un hombre de dolores y experimentado en quebranto.
Fue menospreciado y no lo estimamos en nada.
Él confió en Dios... Dios no abandonó su alma...
Él te dará descanso...
Yo sé que mi Redentor vive y que al final de los tiempos
he de resucitar del polvo.
En esta carne mía contemplaré a Dios, mi Salvador.
Lo veré yo mismo, no otro; mis propios ojos lo contemplarán.
Estos textos provocaron en Händel el escribir la Obra Cumbre del Hombre: El Mesías.
El gran Oratorio el Mesías de Häendel fue estrenado en Dublín el 13 de abril de 1741. La Obra Cumbre del Hombre en su exaltación del Ser Supremo, o Sociedad, se estrenó en Dublín el 13 de Abril de 1741.
Cuando el Coro entona el Aleluya, todo Humano se pone en pié, levanta los brazos y mira a los ojos al Otro Humano, en agradecimiento por sentirse amado.
El 6 de abril de 1759 Händel manifestó su deseo de morir en Viernes Santo.
Dios le concedió esta gracia, siendo llamado a morir en este Mundo y resucitar en el Eterno el 14 de abril, Viernes Santo, de 1759.
Händel se reunió con el Mesías, al que tantas veces exaltó.
Yo también sé que mi Redentor vive.
La proclamación de la resurrección de Jesús es absolutamente fundamental y sin ella no habría fe cristiana. Y es en la veracidad de esta afirmación donde nuestra fe se juega su ser o no ser.
El apóstol Pablo en primera de Corintios 15, 14 nos dice:
Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación,
vacía también vuestra fe.
Jesús resucitó o, mejor expresado, nunca murió. Si Jesús murió para no resucitar entre los hombres, este predicar no tiene sentido ni tampoco sería posible. Vacía y sin sentido sería la Sociedad, o convivencia entre los hombres. Esta convivencia es la que hace posible la adaptación al Medio, la diferenciación del
Medio.
La resurrección de Jesús Crucificado no es cuestión de fe, resignación o humillación, sino cuestión de razón, aceptación racional, con un fin evolutivo hacia la formación de un "cuerpo social", resultante de la interacción por inducción en el otro el ser atraído por este. Esa fuerza de cohesión entre individuos, la más poderosa por nosotros conocida que por su fin creador del Ser Supremo Sociedad, se le nombró Amor, o Gravitas.
Nuestra experiencia es que con la muerte termina nuestra existencia. Racionalmente no es así. Nuestra vida continúa en forma social, en la memoria de los demás, y sucede no en nuestros coetáneos, sino que lo hace a través de las generaciones . La vida que trasciende de la biológica es la vida social. Es una vida creada, engendrada por el Homo Cognoscente, el Homo Racional. Es esta racionalidad venida de la interacción con el Medio del que viene y con el "otro" Homo el que engendra el conocimiento de su naturaleza biológica.
Jesús les dijo a sus discípulos y a cada uno de nosotros:
"No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí.
En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar.
Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros".
"Ésta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia y son agregados a los santos.
Ésta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
¡Sí " Él nos libera de las cadenas y nos regala la vida eterna.
Yo sé que mi Redentor vive y que al final de los tiempos he de resucitar del polvo.
En esta carne mía contemplaré a Dios, mi Salvador. Lo veré yo mismo, no otro; mis propios ojos lo contemplarán.