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11 sept 2014

¿Cómo me volví loco?. Porque nacer loco no es posible.





EL LOCO (1918)

Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:

Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:

-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!

Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:
-Miren! ¡Es un loco!

Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol be só mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:
-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!

Así fue que me convertí en un loco.

Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.

Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón. 


Sólo nacen locos los dioses. Yo me volví loco cuando me robaron los ladrones de identidades.

Dios no tiene identidad, ni tampoco nombre, ni tampoco rostro al que mirarle. Sólo se mira a la cara a quien dudas de ser quien aparenta ser.

Con trece años me dijeron que estaba loco. Yo no sabía que estaba loco. Yo sabía que me habían robado mi cara de inocente mirada. Me obligaron a no ser inocente o, no he tenido la fuerza para evitar que me robarán la inocencia.

Augusto, no hemos deseado tenerte como hijo. Te concebimos porque necesitábamos de ti ante los demás, pues negaban conocernos como hijos quienes siempre nos habían dicho que eran nuestros padres.

Tú, que siempre me has dicho que me habías creado con tus manos,me dices, ahora, que no eres quien me diste forma. ¿Porqué eres cruel conmigo?. Ahora que estoy encadenado a esta roca firme, ¿porqué me arrancas  el hígado todos los días con tu afilado pico y, negándome la palabra, elevas el vuelo para no oír el quejido que te pregunta ¿porque madre, porque?

No seas cruel conmigo, ahora que sabes soy mendigo y sin fuerzas peregrino en el último tramo de este camino que había emprendido para reencontrarme contigo.

Madre, si tu lo has querido, sé cruel conmigo. Sabré encontrar el camino. Sin máscara que confunda al vecino. Desnudo seguiré al camino. Como me nació quien me ha nacido a este mundo negro del que no reniego sino que lo evito por otro largo camino, no por el atajo por el que he venido. No tengo deseo alguno de llegar a ningún sitio, pues sé que nadie me espera, ni tiene fin este camino que he emprendido sin haberlo querido. Ahora sé que que yo no he sido el que se puso en camino ni tampoco madre alguna. Tampoco he tenido ni tengo padre que me ha querido poner en este camino; tampoco me espera. No estoy ni he estado en camino. No sólo no estoy en camino, sino que no soy caminante. No digo a-dios, pues no puedo a-partar a quien para mi no ha sido.

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