Todo lo que era sólido
Antonio Muñoz Molina (2013)
Qué lejos se nos queda ya el pasado de hace sólo unos años. En algún momento cruzamos sin advertirlo la frontera hace este tiempo de ahora y cuando nos dimos cuenta y quisimos mirar atrás para comprobar en qué punto había sucedido el tránsito nos pareció asombroso habernos alejado tanto. Era cuando creíamos vivir en un país próspero y en un mundo estable imaginábamos que el futuro se parecería al presente y las cosas seguirían mejorando de manera gradual, o si acaso progresarían algo más despacio. Algunos expertos vaticinaban tranquilizadoramente una "gradual desaceleración de la economía", un "aterrizaje suave". Poco a poco se iría amortiguando el ritmo de la construcción y dejarían de subir tan rápido los precios de las viviendas. El lenguaje de los economistas, que se en a sí mismos como científicos : la desaceleración de un vehículo que ha avanzado a gran velocidad durante mucho tiempo; el aterrizaje confortable de un avión.
Ésas eran metáforas respetables, la que había que usar con más cuidado era la metáfora de las burbujas: hablar de la burbuja inmobiliaria equivalía a reconocer una fragilidad incompatible con la obligatoria complacencia. Una burbuja asciende en el aire y se hincha y en un momento ha estallado. En el idioma propio de ese tiempo que ya o existe la metáfora de la burbuja se usaba sobre todo para ser refutada. No había una burbuja inmobiliaria. Quizás en otros países, no en el nuestro. Un economista muy célebre y muy respetado escribió en enero de 2007 que en todo caso la burbuja, si existiera, se pincharía gradualmente. Si hubiéramos prestado algo más de atención a lo que sucedía y a lo que decíamos y lo que escuchábamos alguien habría apuntado que las metáforas pueden requerir la misma precisión que las ecuaciones y que no hay manera a que se pinche gradualmente una burbuja.
[...]
hemos de entender que la burbuja inmobiliaria es una metáfora de la BURBUJA POLÍTICA.
En el comienzo de este diario anoté la sentencia de mi abuela Mami, mirando a mis ojos y su mano firme sobre mi hombro izquierdo, apuntaba su índice derecho, a la vez que me decía: "Agustito, hijo, sólo te pido que no vuelvas hablando en politejo" Te despreciaría. Sé que no lo harás.
Con 17 años, partía hacia la Universidad Complutense en busca del ansiado saber y conocer sobre Física.
Mami, sorda y ciega me escuchaba y me hablaba por teléfono; siempre me apreció.
El mayor problema, hoy, es no reconocer la BURBUJA POLÍTICA que se deshinchará bruscamente y. No tendremos tiempo al suspiro de consuelo de nadie.
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