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6 dic 2013

Hamaca sosa vs pedregal lacinante.

No puedo dejar de anotar el el sosiego tumultuoso que despierta en mi la necesidad de conocer.


Deseo transmitir mi estado de ánimo, sentirme persona. 
noto la conclusión del trabajo del maestro Alexander Oparin que, en toda su extensión he hecho anteriormente. Insistiré en crear el médio ácido donde sumergirse para supadecer la furia electrica venida de la atmósfera vital, o en la que habitamos. Es mi deseo transformar con violencia la "hamaca alcalina, sosa" en la que mecemos nuestro tullido cuerpo, en camino pedregoso que llaga nuestro caminar errante.


CONCLUSIÓN


Hemos revisado el largo camino que siguió el desarrollo de la materia y que condujo a la aparición de la vida en la Tierra. Al comienzo, vimos el carbono disperso en átomos sueltos por la atmósfera incandescente de las estrellas. Después, lo encontramos formando parte de los hidrocarburos que se formaron sobre la superficie de la Tierra. Más adelante estos hidrocarburos dieron derivados oxigenados y nitrogenados y se transformaron en las sustancias orgánicas más simples. En las aguas del océano primitivo esas sustancias constituyeron cuerpos más complejos. Surgieron las proteínas y otras sustancias similares. Así fue como se formó el material de que están formados los animales y los vegetales. Al principio, este material se encontraba simplemente disuelto, pero luego se separó, formando los coacervados. Los coacervados primitivos tenían una estructura relativamente sencilla, mas paulatinamente se fueron efectuando en ellos cambios esenciales. Se hicieron cada vez más complejos y su forma cada vez más perfecta, hasta que finalmente se convirtieron en seres primitivos progenitores de todo lo vivo en la Tierra.

La vida siguió desarrollándose. Al comienzo, los seres vivos no poseían estructura celular. Mas en una determinada etapa del transcurso de la vida apareció la célula; primeramente surgieron organismos unicelulares y, después, organismos pluricelulares, que poblaron nuestro planeta. De esta manera la ciencia ha echado por tierra las lucubraciones religiosas acerca del principio espiritual de la vida y el origen divino de los seres vivos.

En nuestros días, cuando ha sido estudiada con todo detalle la organización interna de los seres vivos, tenemos razones más que fundadas para pensar que, tarde o temprano, lograremos reproducir artificialmente esa organización y así demostrar fehacientemente, que la vida no es más que una forma especial de existencia de la materia. Los éxitos logrados últimamente por la biología soviética nos permiten confiar en que esa creación artificial de seres vivos tan sencillos no sólo es factible, sino que se obtendrá en un futuro cercano.

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