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6 dic 2015

Ocho reyes y un califa por Matilde García-Mauriño.



Ocho reyes y un califa
Matilde García Mauriño

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Abderramán con una indicación de su mano le hizo sentar el sillón a su lado, y con otra seña ordenó que visires, cadíes, imanes y todos los jefes de las casa religiosas y militares pasasen ante el nuevo Califa, para que, arrodillados ante él, le besaran el anillo califal prestando su juramento de fidelidad.

Alhakem, siendo ya el Califa de Al-Andalus, se dirigió a los presentes diciéndoles:

Es deseo de nuestro califa Abderranán que os lea lo que ha escrito para vosotros y que su experiencia pueda serviros de consejo que guíe vuestras vidas.

Desenrrolló un pergamino y, sujetando a las emociones que le embargaban por tantas personales vivencias, leyó con voz serena:

He reinado ahora por más de cincuenta años, en la victoria o en la paz, amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados.

Riqueza y honores, poder y placer, han aguardado mi llamada, tampoco parece haber faltado ninguna bendición terrena a mi felicidad.

En esta situación, he enumerado diligentemente los días de felicidad pura y genuina que me han tocado en suerte. Suman catorce. ¡Ah, hombre, no pongas tu confianza en este mundo presente!

Poco tiempo después fallecìa en Medina Azahara el califa Abderramán III, joya de la Corona musulmana. La fama de la geandeza, esplendor y brillo de su Califato llegó hasta las principales naciones del orbe conocido.

Su óbito se produjo el quince de octubre del año cristiano 961. Se enterró en la Rawda del Alcázar de Córdoba. Tenía setenta años, nueve meses menos cinco días, y había reinado cuarenta y nueve.

Abderramán, como la mayoría de los jefes de cualquier Estado, fallecía creyendo que había dejado atado y bien atado todo lo relacionado con el buen gobierno de Al-Andalus.

Más sus herederos se verían mediatizados y las riendas del poder arrebatadas por un ser de desmedida ambición. Ya en la despedida de Abderramán se intercambiaba miradas de complicidad con Aurira, la favorita del nuevo califa Alhakem. Esta nefasta figura llevaría la ruina y la destrucción a la España cristiana. Su nombre causaba horror: Almanzor.

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