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12 jun 2013

Leer a José Manuel Caballero Bonald

Sombras le avisaron

La sombra que se hacina en el tugurio
y embadurna los ojos de turbulencia tanta,
es muy distinta a la que se desploma
como un caballo extenuado
en mitad de la calle.
Tampoco se parece
a la que repta por la habitación
mientras la voluntad se va apagando
como un rescoldo que la lluvia lame
o como el detrimento de la luz
en el denso crespón de un cobertizo.
Sombras dispares
que el tiempo reconcilia a duras penas,
pero que juntas van contribuyendo
a ejercer de benévolos augurios
de esas noches gozosas que te  quedan de vida.

De La noche no tiene paredes, 2009
José Manuel Caballero Bonald

Siento los pasos que me siguen al atardecer de mi vida.
Escucho la voz lejana
que se escurre como quejido
bajando a la fontana
de mi casa ya lejana.
Me cuesta arrastrar la sombra
que ya me sigue en pena,
de descansar lejos de mi tierra.
Ánimo, que llega.
Ya llega el día
de descansar,
tanta pesadilla.
Tanta ignorancia perdida.
Sabiendo ya,
Ya sabiendo
que no llegará el día.
El día que soñé,
que soñé
vivir con ella.
Llega ya el día,
el día llega,
que no me seguirá 
la vida.
No me seguirá
la sombra
ahora ya perdida.
Padre,
podré labrar la tierra,
que dejé un día,
para labrar,
la que no era mía.
Padre,
te pido perdón.
No sabía lo que hacía.
La sombra he perdido,
cuando tú puerta,
tu puerta se me ha abrío.
Padre como siento
que se me ha abrío, 
no me has abierto
la puerta,
se me ha abrío.
A tú casa
entro
como he salío,
desnudo,
sin la sombra,
sin ls sombra,
con la que me he ío.

A mis hijas pido
no iros.
Hijas,
no iros,
íos.



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