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25 jun 2013

Yo no lloro, sudo. Sobre mi cabeza elevo las manos tullidas.

Por sí no habéis sabido de José Manuel, os diré que es hombre sin amigos. A su lado estaba yo leyendo en alto "La venganza de Don Rodrigo Díaz y la muerte lenta de los siete infantes de Lara", cuando voz ronca me espetó: ¡cállese, coño!. Tras un tiempo y sin levantar la cabeza del texto, leí: !esa ti, maldito!.

Y leíle un texto que en un ventoso otoño leí por primera vez en la maison d'Antoine, mientras cenaba las patatas fritas aceitosas y el huevo que "su mujer", Carmen, todas las noches me regalaba con el recordatorio de Antonio: "Carmen es mi compañera. Carmen no es mi mujer, que soy republicano español". Y mi réplica: "pero el mi, ¿qué quiere decir?.

Si, leíble, este texto: 
"—¿Por qué llorás? —dijo Oliveira, interesado.


—Yo no lloro —dijo Talita—. Estoy sudando, solamente.

—Mirá —dijo Oliveira resentido—, yo seré muy bruto pero nunca me ha


ocurrido confundir las lágrimas con la transpiración. Es completamente distinto.

—Yo no lloro —dijo Talita—. Casi nunca lloro, te juro. Lloran las gentes como Gekrepten, que está subiendo por la escalera llena de paquetes. Yo soy como el
ave cisne, que canta cuando se muere —dijo Talita—. Estaba en un disco de Gardel.
Oliveira encendió un cigarrillo. Los tablones se habían equilibrado otra vez. Aspiró satisfecho el humo.
—Mirá, hasta que vuelva ese idiota de Manú con el sombrero, lo que podemos hacer es jugara las preguntas-balanza.
—Dale —dijo Talita—. Justamente ayer preparé unas cuantas, para que sepas.
—Muy bien. Yo empiezo y cada uno hace una pregunta-balanza. La operación que consiste en depositar sobre un cuerpo sólido una capa de metal disuelto en un líquido, valiéndose de corrientes eléctricas, ¿no es una embarcación antigua, de vela latina, de unas cien toneladas de porte?
—Sí que es —dijo Talita, echándose el pelo hacia atrás—. Andar de aquí para allá, vagar, desviar el golpe de un arma, perfumar con algalia, y ajustar el pago del diezmo de los frutos en verde, ¿no equivale a cualquiera de los jugos vegetales destinados a la alimentación, como vino, aceite, etc.?
—Muy bueno —condescendió Oliveira—. Los jugos vegetales, como vino, aceite... Nunca se me había ocurrido pensar en el vino como en un jugo vegetal. Es espléndido. Pero escuchá esto: Reverdecer, verdear el campo, enredarse el pelo, la lana, enzarzarse en una riña o contienda, envenenar el agua con verbasco u otra sustancia análoga para atontar a los peces y pescarlos, ¿no es el desenlace del poema dramático, especialmente cuando es doloroso?
—Qué lindo —dijo Talita, entusiasmada—. Es lindísimo, Horacio. Vos realmente le sacás el jugo al cementerio.
—El jugo vegetal —dijo Oliveira." 

No hace falta que os diga de que se trata. Hermosa obra creada por un titán.

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