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11 ago 2012

A quién pudiera estar interesado en la nihilidad del estar sin ser. 

A Lugh digo, en pié y con mis manos abiertas y mirándote a los ojos, te digo por ser tú quien mi pueblo eligió para conducirse en el camino del eterno retorno.

Siento, si pudiera hacerlo, haber nacido, vivido y muerto. Si pudiera, en el absurdo de mi razón, me gustaría no haber existido.

El día en que yo me muera, si hay alguien que me quiera, le pido que me ponga en la tierra, envuelto en una sábana blanca y un cordón azul trenzado con otro amarillo, descalzo y sin apoyo de la cabeza. Los párpados cerrados, los brazos estirados y pegados al cuerpo. Las manos abiertas, mirando al frente. Que la tierra me cubra. Y, si alguien que me quiera me acompaña, que haga escucharse "la mer" y la " sinfonía del nuevo mundo", a la vez. 

Si tengo que estar  en féretro, que este sea de pino, sin tallar y sin tinte alguno. Que el lugar no sea señalado ni se refiera en texto o voz alguna. 

Desearía no ser acompañado. 

Desearía no se hiciera acto alguno antes, durante ni después. 

Me gustaría que si alguién que me haya querido oye o lea algo sobre mi, evite comentarlo ni transmitirlo. Quiero negar a Teuth y a Thamus, que mi memoria no sea.

Libros, objetos personales que haya utilizado, desearía que fueran enterrados, conmigo o en otro lugar, pero enterrados, no quemados. Gracias.

Hoy, sin fecha ni en lugar alguno. El no nombrado, el no venido, el que no ha sido ni estuvo. Gracias, por la consideración sanitaria que conmigo halléis tenido.

Si pudiera ser pienso que solo he tenido un sueño no asido: ver bailar mis hijas a lo suelto, donde ellas son las que llevan la voz cantante y el hombre que las acompañe, solo al final toca su hombro derecho en señal de respeto, sumisión y solicitud de un nuevo baile. No me gustaría verlas bailar a lo agarrado, donde el hombre es el que lleva la voz cantante y solo al final abre su mano derecha y con la muñeca la separa en señal de poder sobre ella y repudio de su presencia.

Me gustaría que el baile suelto se acompañe al acordeón y la música repicante del pandero, dulcemente palpado por la mujer lughona de mayor edad, expresión del respeto que el pueblo les tiene, máxima gloria que laurel áureo pueda. ¡Hijas!.

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